"Las Tres Marías" (La Virgen María, María la de Betania y María Magdalena) fue la expresión que se popularizó durante la época del franquismo para las tres áreas obligatorias en todas las carreras que se superaban con facilidad: Educación Física, Religión y Política. La "poca consideración" que se tuvo con las mujeres del Nuevo Testamento pretendía reflejar el valor que se les daba a dichas asignatura (cuando, en realidad, la importancia de "las Marías" es mayúscula). Desde entonces, una
asignatura María es aquella que se aprueba sin esfuerzo, que carece de importancia.
En la actualidad, es el propio sistema educativo el que favorece la minusvaloración de estas asignaturas frente a otras que considera "troncales". Si el alumno suspende Lengua y Matemáticas, debe repetir. Sin embargo, si no aprueba Educación Artística y Religión, no ocurre nada. En los horarios escolares prevalecen las sesiones dedicadas a las asignaturas fundamentales, mientras que las
María casi estorban.
El problema que genera esta situación es la
discriminación de ciertas áreas de aprendizaje. Los padres no consideran que sus hijos deban dedicar mucho tiempo a estas asignaturas porque tienen que centrarse en superar las "importantes". Los alumnos, disfruten o no de la asignatura
María, siguen el consejo de los padres y fijan sus esfuerzos en aprobar Lengua y Matemáticas. Incluso los mismos profesores dejan de creer en estas materias favoreciendo la asequibilidad de las mismas o utilizando esas sesiones para otras actividades culturales porque "total, es Religión, no pasa nada".
Por supuesto que es imprescindible ser competente en Lengua, en Matemáticas o en Conocimiento del Medio, pero, ¿y la competencia musical?, ¿la competencia artística?, ¿la competencia espiritual?
Es importante pararse y pensar qué se está transmitiendo a los niños: "
Independientemente de las cualidades que se tengan se ha de alcanzar un nivel objetivo y cuantitativo en ciertas áreas de aprendizaje". Transmitimos esa importancia a los alumnos y, de esta manera, favorecemos una sociedad poco plural, donde se desperdicia el talento oculto de cada persona y se educa ciudadanos con las mismas características.
El verdadero maestro debe encontrar ese
talento en cada alumno y potenciarlo, originando, no solamente futuros arquitectos, ingenieros o médicos sino también futuros músicos, pintores, filósofos o bailarines.
Probablemente habría que cambiar la mentalidad de la sociedad, concienciando al ciudadano de la importancia de una educación centrada en las cualidades de cada persona. Es necesaria una educación global, donde el alumno aprenda de todo, pero centrándose y desarrollando el potencial del niño (obteniendo, de esta manera, un alto grado de motivación por parte del alumno), de modo que el futuro ciudadano pudiera aportar lo máximo de sí mismo para la futura sociedad.