miércoles, 10 de julio de 2013

Persiguiendo un sueño

"Mis alumnos no piensan"

Café en mano, un maestro comparte sus impresiones sobre sus alumnos en la sala de profesores con su colega de profesión: "A mis alumnos no les interesa nada el temario"


Propongo comenzar la reflexión de forma opuesta a la de este docente. Si ocurre algo fuera de lo programado el ser humano tiende a "echar balones fuera", y no suele ser consciente de los propios errores. Empecemos, pues, reconociendo los fallos que cometemos y analizando la manera en que los alumnos aprenden, para poder poner remedio a estos comentarios.

Los niños tienen una inclinación natural al descubrimiento y al aprendizaje. De modo que todo lo que la persona va adquiriendo da forma a lo que el psicólogo ruso Vygotski llama nivel de desarrollo efectivo, es decir, lo que el sujeto es capaz de hacer por sí solo. El alumno puede manejarse por sí solo en este nivel, ya que se sitúa en una zona "conocida" para él. Todo lo que está dentro de este "espacio" no le es extraño y se encuentra cómodo.

La labor educativa no consiste en sumergirse en este nivel de desarrollo efectivo, sino más bien en ampliar esta zona. Este "Mozart de la psicología" propone la existencia de una zona donde la interacción entre maestro y alumno (o alumno-alumno) provoque el acercamiento del niño a un nuevo nivel que el propio autor denomina como nivel de desarrollo potencial. El alumno es capaz de agrandar esa zona donde se encuentra cómodo (porque domina y conoce lo que le rodea) gracias a la interacción con su maestro y con sus compañeros. Podríamos decir que esta es una de las principales tareas educativas.

Ya en la antigua Grecia, Sócrates y Platón insistían en la importancia del diálogo entre el maestro y el discípulo (método socrático) para conseguir el máximo potencial del aprendizaje.

Platón y su discípulo Aristóteles
Cuadro de Rafael La escuela de Atenas
Por tanto, en este camino, para conseguir que los alumnos aprendan, es necesario concretar la mejor manera de abordar estas interacciones.

Como seres humanos y eternos alumnos, tenemos una zona donde nos encontramos más cómodos, una zona que podríamos llamar de confort. Todo lo que nos es familiar, ya sea bueno o malo, las rutinas, lo cotidiano..., conformaría nuestra zona de confort. Para un maestro estarían en esta zona, por ejemplo, los libros de texto, fotocopias y cuadernillos. Estamos llamados a ampliar esta área para no tener los problemas que se ha encontrado nuestro maestro y avanzar por la vía de la interacción. Hay que vencer el miedo a la innovación, al cambio, a lo novedoso, para poder alcanzar el objetivo propuesto: la educación integral de nuestros alumnos.

El cambio, para que sea efectivo, tiene que partir de lo que ya conocemos, de la materia que encontramos en nuestra zona de confort. El maestro logrará su objetivo mientras persiga su sueño. El sueño de crear una sociedad que no se atasque en lo cómodo, y busque lo trascendente y quiera seguir aprendiendo.

Este vídeo ilustra de una forma atractiva la importancia de ampliar esta zona. ¿Te atreves a soñar?